Ir al contenido principal

Domato

Domato Cuentos Taty Alvarado

La primera vez que oí hablar de Domato, estaba enfrascada en una discusión sobre biodiversidad y  los esfuerzos por rescatar las especies de flora y fauna en peligro de extinción. En ese entonces, tanto para mí como para mis compañeros de discusión, la singularidad de Domato radicaba en ser el último ejemplar de su especie.

Movida por el anhelo de conocer al receptáculo de semejante distintivo y, como buena estudiante de biología, trabajé incansablemente por el notorio objetivo de obtener una pasantía de 6 meses como cuidadora en el paraje donde mantenían a Domato. Cuando recibí la aprobación, mi ilusión por estudiar a ese ser que representaba a toda una especie estaba inspirada por la arrogancia de formar parte del selecto grupo que pudo contemplar a Domato de cerca. ¡Qué poco entendía yo en ese momento!

Llegué al hospital henchida de orgullo, feliz por esa oportunidad de pasar a los anales de la posteridad a costa de la soledad de un ser que nunca pudo conocer a otros igual que él. Había sido asignada al turno de la noche y debía cuidar de las necesidades de Domato - medicinas, comida y abrigo. Mis compañeros de trabajo me recomendaron llevar  cualquier cosa que me permitiera distraerme, ya que, según me informaron, Domato era en extremo inquieto durante el turno nocturno.

Mi primera noche preparé todo lo necesario y me presenté temprano para asegurar que estaba lista para comenzar apenas terminara el turno diurno.  Vi salir a mi compañero, que cabizbajo me saludó. Llevaba el semblante adusto y reflexivo, contrastando con mi gran sonrisa y emoción.

-"Se rehusó a comer más temprano. Espero que tengas más suerte que yo. Cuídalo".

Me sorprendió la languidez de su porte y el desánimo de su voz, pero me negué a dejar que me influenciara. Estaba a punto de ver al último ejemplar de su especie y nada podía apagar mi energía.

Ingresé a la cámara, la cual había sido acomodada con flora acorde al hábitat natural de Domato, o al menos lo más similar posible. Él estaba echado sobre la grama y se me quedó viendo con unos grandes ojos café, unos ojos cargados de sabiduría y de tristeza. Me sentí desconcertada. Lo que tenía delante no se parecía en nada a la imagen que guardaba en mis recuerdos. Recordaba a Domato como un ejemplar joven, corriendo por el pasto de su celda e irradiando energía. El Domato que tenía delante estaba en extremo delgado, enjuto e irradiaba una melancolía que nunca imaginé podría provenir de otro ser. Comencé a entender el desánimo de mi compañero.

Esa primera noche comencé vislumbrar la cruel soledad a la que estaba condenado Domato. Una soledad acompañada, es cierto, por sus cuidadores. Pero no podíamos ser más que eso, aunque quisiéramos. No sabíamos comunicarnos con él, no podíamos darle el calor de una familia de su misma especie, con su misma forma de comunicarse y sentirse. Domato no era inquieto durante el turno de la noche, pero lloraba quedamente. Sin parar. Siempre.

En los seis meses siguientes, me gusta pensar que fui una amiga para Domato, que sintió el calor que tanto quise trasmitirle y que supo entender mi anhelo por quererlo y ayudarlo.

Supe de su muerte un mes después de terminar la pasantía. No me sorprendió.

Es dolorosa la certeza de ser el último de tu especie. Hasta conocer a Domato, no imaginé la honda desolación que enfrentó la raza humana al desaparecer.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Entre José Arcadio y Aureliano

Al leer la historia de los Buendía es fácil identificarse con las peculiaridades de sus personajes, con sus intereses o incluso con sus preocupaciones. José Arcadio será el fundador de Macondo, pero sus locuras lo hacen humano. Úrsula Iguarán personifica la matriarca ideal, pero al mismo tiempo cede ante los impulsos de esposo y pierde su herencia. Muy parecido a la trama de sus descendientes, cada uno de los cuales presenta elementos que permiten al lector crear vínculos de empatía y elementos que los afianzan en su individualidad. Es así como Cien Años de Soledad nos introduce personajes y tramas de forma reiterativa, es decir, sus historias se repiten, pero con elementos decorativos distintos y con una temporalidad claramente diferente. Dos personajes que a mi juicio muestran estas características son José Arcadio Buendía (el primero) y Aureliano Buendía (el amante de Amaranta Úrsula). Ambos se enamoran de una mujer con la que están relacionados por sangre: Jos...

La Señora de las Burritas

Doña Marina cuidaba que la tortilla que tenía en el comal no se quemara mientras palmeaba el último poco de harina de maíz que le quedaba. Estaba concentrada en la tarea que tenía entre manos, de nada serviría que se le quemara lo último que tenía disponible en la despensa. Era la tercer semana que el país estaba en cuarentena. También era la tercer semana que no vendía las burritas que acostumbraba preparar desde las cuatro de la madrugada para comenzar a vender a las cinco y media en la esquina de la empresa de transporte. Eran famosas, sus burritas, rellenas de frijoles molidos, huevo y queso.   Los señores de los buses hacía fila para comprarle y todos aseguraban que era el mejor desayuno que se podía tener. Era un orgullo para Doña Marina que la señalaran como "la señora de las burritas de la esquina" porque si había algo que había aprendido de su mamá, era que uno debía trabajar duro, siempre buscando ser el mejor en lo que se hace. Y esas burritas las hacía con...

El Murmullo de las Abejas

El Murmullo de las Abejas de Sofía Segovia se desarrolla en Linares, un pueblo citrícola del norte de México. La historia muestra el cuadro de un México campestre fundado por terratenientes durante los años de la Revolución mexicana y la gripe española. Es una obra impregnada de realismo mágico, que nos presenta un mundo donde los niños son arrullados por mantos de abejas y donde las fábulas no sólo cobran vida, sino que predicen el destino. Es la historia de Simonopio, un niño con una deformidad física que llega al seno de la familia Morales al ser encontrado bajo un puente por la vieja nana de la familia. Su historia nos llega contada a través de los ojos de Francisco, el hijo menor de los Morales, a quién Simonopio cría como a su propio hermano. "Así era como, en esa pequeña cara, veía al niño que llegaría a ser, los caminos que recorrerían juntos y las nuevas historias que forjarían entre los dos." La vida de Simonopio se entreteje con el destino de la familia Morales y c...